viernes, 24 de marzo de 2017

División 250: Rusia no es cuestión de un día



Buenos dias

Cuelgo en este vuestro blog este  formidable artículo que Eduardo Fungairiño a escrito  para Libertad Digital y espero que les guste tanto como me ha gustado a mi

En estos tiempos revueltos en el que la ignorancia y la estupidez se han vuelto  agresivas bueno es recordar una unidad militar que dio gloria a España y de la que todos los españoles de bien estamos orgullosos.




2017-03-23


Spanischen, Spanischen! Gut, Gut! (¡bien por los españoles!). Los que así clamaban eran los aproximadamente 300 soldados supervivientes del Regimiento de Infantería 30 del ejército alemán sitiados en la posición de Usuad que recibían alborozados a lo que quedaba de la Compañía de Esquiadores de la División Azul que, atravesando el lago Ilmen, al sur de Novgorod, habían logrado romper el cerco ruso y rescatar a los camaradas alemanes. Para llegar, el Capitán Ordás y sus hombres habían tenido que cruzar una distancia de 30 km. sobre el lago helado (era el 11 de enero de 1942) a una temperatura de -40 grados, y rechazar ataques rusos al llegar a la orilla sur, desde Ustrika hasta Uschino, pasando por Schimonosovo.

Pero fue un rescate costosísimo. De los 204 soldados que formaban la compañía solo quedaron 34 útiles para el combate; unos 100 habían muerto; el resto, heridos, 18 de ellos con amputaciones por congelación. El mando español condecoró a todos con la Medalla Militar y el mando alemán otorgó a más de 30 soldados la Cruz de Hierro.

El principio

¿Cómo se había llegado hasta allí? Ni en España ni en ningún otro país de Europa se comprendía cómo dos regímenes tan opuestos como la Alemania nacionalsocialista y la Rusia soviética habían firmado el 23 de agosto de 1939 un Pacto de No Agresión (o acuerdo Ribbentrop-Molotov) que entrañaba dividir entre ambas potencias la Europa oriental; ello determinó que los ejércitos alemán y ruso invadieran al mes siguiente y se repartieran, por cuarta vez, la desdichada Polonia (la dirigente comunista Dolores Ibárruri recibió alborozada la noticia de la invasión porque Polonia era un país de terratenientes). Unos meses antes, el 1 de abril de 1939, había terminado en España la Guerra Civil, en la que Alemania había apoyado al bando nacional vencedor, el Ejército de Franco; y la Unión Soviética había apoyado a la República perdedora, el Ejército Popular. No tenía sentido un trato entre dos regímenes dictatoriales de ideología completamente opuesta, nazismo frente a bolchevismo, y el pacto causó consternación en Londres, París, Madrid y otras capitales europeas.

Por eso, cuando el 22 de junio de 1941 Hitler traicionó a Stalin y la Wehrmacht invadió Rusia (Unternehmen Barbarossa) el Gobierno español decidió reclutar una fuerza de voluntarios para luchar contra la Rusia soviética, devolviendo la visita que el comunismo había hecho a España durante la Guerra Civil y para agradecer a la Alemania nazi la ayuda prestada a los nacionales por la Legión Cóndor (que compensaba la prestada por la Unión Soviética a los republicanos). La idea fue del cuñadísimo Ramón Serrano Suñer, prominente -aunque tardío- falangista, Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de Franco y bien relacionado con la jerarquía nacionalsocialista alemana (el propio Serrano promovió la reunión entre el Führer y el Caudillo en Hendaya el 23 de octubre de 1940). Con autorización de Franco y tras la aparición de Serrano en el balcón de la sede de Falange en el nº 44 de la calle de Alcalá y su ¡Rusia es culpable! el entusiasmo se desbordó. Se organizaron banderines de enganche en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla, Cádiz, Valladolid, La Coruña, Burgos, Bilbao, Córdoba, Ceuta, Melilla, etc.


Acudieron miles de voluntarios, sobre todo universitarios (mayoritariamente falangistas, un 80%) pero también operarios de la industria, funcionarios, soldados ya licenciados del Servicio Militar y jóvenes que por su edad no habían podido combatir en la Guerra Civil, incluso soldados republicanos cautivos que así conseguían salir de los campos de prisioneros. Se presentaron más de 25.000 aspirantes, al punto que el número excedía de los necesarios para integrar la plantilla de una división, por lo que en ocasiones hubo que sortear las plazas y rechazar a muchos voluntarios ilusionados. Las coplillas falangistas anunciaban que:

Ahora que Franco ha ganado la guerra, …..rumba la rumba la rumba la…..Volveremos a empezar, tomaremos Gibraltar, domaremos porque sí al Imperio Marroquí, si nos da por la elegancia tomaremos toda Francia, Rusia es cuestión de un día para nuestra infantería…..

España no estaba ligada con Alemania por ningún pacto que previese ayuda militar, como el Pacto de Acero que reunía a la Alemania nazi y a la Italia fascista. España se declaró primeramente neutral, y luego no beligerante; de esta forma, España no declaraba la guerra a la Unión Soviética, y la División Azul no era ejército español sino alemán (con uniforme, material, armamento y medios de transporte alemanes), a diferencia de los ejércitos italiano, eslovaco, croata, húngaro, rumano o finlandés, que implicaban la intervención de sus propios países en la contienda, con declaración de guerra formal como aliados de Alemania.




Se organizaron cuatro regimientos de Infantería, que mandarían los Coroneles Pimentel, Vierna, Martínez Esparza, y Rodrigo; y al frente del Regimiento de Artillería estaría el Coronel Badillo. Mandaría la División el General Muñoz Grandes. A partir del 13 de julio de 1941 salieron los trenes desde Madrid (tres trenes diarios) y tras atravesar toda Francia llegaron al campamento de Grafenwöhr, en Baviera, donde los voluntarios tuvieron un mes de instrucción. Los divisionarios abandonaron el uniforme de las milicias de Falange (guerrera y pantalón caqui, camisa azul y boina roja) y adoptaron el gris uniforme alemán (feldgrau). Como la orgánica alemana no contemplaba el escalón de Brigada (en el Ejército español una División integraba dos Brigadas con dos Regimientos cada una), la División se articuló al modo de la Wehrmacht sobre tres regimientos de fusileros (además del núcleo divisionario). Se suprimió, así, un regimiento y se repartió el excedente de personal entre los tres de plantilla al tiempo que se formaba un batallón de reserva; el Coronel Rodrigo, que se quedaba sin regimiento que mandar, fue nombrado Segundo Jefe de la División.

Así quedó oficialmente constituida la 250. Infanterie Spanische Willigen Division (División Española de Voluntarios 250), popularmente conocida como División Azul. Quedaba formada por Mando, Plana Mayor, tres Regimientos de Infantería (262, 263 y 269) integrado cada uno por tres Batallones de a tres Compañías, Regimiento de Artillería 250 (con tres Grupos de 105 mm y uno de 150 mm), Grupo Anticarro (con 36 cañones de 37 mm), Batallón de Reserva 250 (con 3 Compañías, apodado la Tía Bernarda), Grupo de Exploración (con 2 Escuadrones), Grupo de Transmisiones y Batallón de Zapadores (con 3 compañías). Además, la División contaba con los habituales servicios de Intendencia, Sanidad, Guardia Civil (en funciones de Policía Militar o Feldgendarmerie), etc. En total, unos 15.000 hombres. La evacuación de heridos se haría sobre dos hospitales, uno en Vilna (Polonia) y otro en Königsberg (Prusia Oriental).


El bautismo de fuego en el Volchov

Como el avance alemán en la estepa rusa, en los primeros momentos, era arrollador los españoles creían que la ofensiva iba a terminar antes de las Navidades de 1941 y que la División Azul desfilaría victoriosa por las calles de Moscú junto con las otras unidades del Grupo de Ejércitos Centro (Von Bock) encargado de tomar la capital. De hecho la División Azul fue llevada en tren desde Grafenwöhr hasta Suwalki, en Polonia, y desde allí comenzó una marcha a pie de unos 900 km para incorporarse a las tropas de Von Bock. Pero al llegar a Orsha, 125 km antes de Smolensko, la División recibió la orden de dirigirse al norte, al frente de Novgorod. Se reanudó la marcha hacia Vitebsk, y allí los voluntarios volvieron a embarcar en tren para llegar al frente del Volchov a primeros de octubre de 1941, quedando encuadrada la División en el XXXVIII Cuerpo de Ejército (Von Rocque, luego Von Chappuis) del Decimoctavo Ejército (Von Küchler, luego Lindemann), a su vez componente del Grupo de Ejércitos Norte (Von Leeb, luego Von Küchler).


Allí, el frente abarcaba desde Spaspikopez en el sur hasta Schevelevo en el norte, unos 50 km en línea, en su mayor parte separado de las líneas rusas por el río Volchov; y en el centro de la línea, Novgorod. Ello junto a las Divisiones 18 (Cranz) que cubría el sector más al norte, a la izquierda de la línea y 126 (Laux, luego Hoppe) del Ejército alemán. El Regimiento 262 ocupó el subsector de Novgorod, el Regimiento 269 el de Podberezye, y entre los dos, en el centro de la línea, el Regimiento 263; el sector del Lago Ilmen quedaba cubierto por el Grupo Anticarro y el Grupo de Exploración.

A partir del 12 de octubre la División entró en combate; inicialmente con golpes de mano sobre las líneas enemigas para obtener información y capturar prisioneros; más tarde en combates formales, cruzando el Batallón II/269 el río Volchov en Udarnik, y tomando a los rusos las posiciones de Staraja Russa y Sitno. El Batallón III/263 tomó también Tigoda y Nitlikino, y el Batallón 250 se apoderó de Dubrowka. Se formó así una cabeza de puente que, estratégicamente, no llevaba a ninguna parte, pues el mando alemán abandonó el plan de avanzar hasta las colinas de Valdai. Incluso se ordenó que los españoles se hicieran cargo de las posiciones del Monasterio de Otenski y de Possad, relevando a la infantería alemana -el ya conocido Regimiento 30 de Silesia (Von Erdmannsdorff)-.

Otenski y Possad quedaban en el extremo este de la cabeza de puente y con difícil comunicación con Schevelevo, un mal camino de 12 km a través de bosque. Se ocuparon las posiciones, se mantuvo la comunicación con dificultad, se rechazaron los continuos ataques rusos, se hicieron prisioneros, y a principios de diciembre el mando ordenó el repliegue de toda la cabeza de puente, lo que se cumplió ordenadamente el día 10 en que toda la División estaba otra vez en la orilla izquierda del Volchov. Al final, en un periodo de dos meses la División sufrió 120 muertos, 440 y heridos y 20 desaparecidos, mientras que a los soviéticos se les infligieron más de 2.000 bajas.

Después de la gesta del Lago Ilmen, ya relatada, la División 250 quedó alineada más al norte, entre Novgorod y Chechulino. Desde entonces las posiciones no se movieron aunque continuaron las escaramuzas, los combates, los cañoneos, los golpes de mano, etc. A partir de febrero, casi sin solución de continuidad, comenzó el ataque a las tropas rusas que se habían infiltrado por la zona de Myasnoy Bor y habían alcanzado la línea del ferrocarril Novgorod-Leningrado. Se trataba del 2º Cuerpo de Choque (Vlassov) con unos 90.000 soldados; al ser estrecha la línea del punto de partida de la infiltración y demasiado numerosas, las fuerzas soviéticas perdieron la posibilidad de maniobrar dentro de la bolsa, que alemanes y españoles habían cerrado por el sur y por el norte. El 26 de febrero los divisionarios, recibieron la orden de, una vez más, rescatar a una unidad alemana, un batallón del Regimiento 424 (Hoppe) de la División 126, cercado por los rusos en Mal Samoschje. Esta vez, se hizo cargo de la operación el Batallón II/269 que, con apoyo de artillería, rompió el cerco desde el vecino Bol Samoschje y se trajo a la unidad alemana a salvo y sin bajas a las líneas propias.


Al sur de la bolsa una agrupación compuesta por la SS-Freiwilligen-Legion Flandern, el Batallón III/262 y el Grupo de Exploración atacó desde Podberezye, precisamente, hacia Mal Samoschje, mientras otras unidades alemanas comprimían desde el oeste y el norte de la bolsa. La ofensiva, que terminó en junio de 1942, fue un éxito operacional (en unos meses se cumplirán 75 años de la batalla), se causaron no menos de 50.000 bajas mortales al enemigo y se capturó al General Vlassov; éste, sintiéndose abandonado por Stalin (Vlassov le atribuía no haberle enviado refuerzos y dejar que sus tropas fueran masacradas) se pasó al bando alemán. Solo las unidades españolas causaron al Ejército Rojo 3.000 bajas además de capturar a 6.000 soldados rusos (de los 32.000 del total hechos prisioneros), a costa de 260 bajas propias.

El cambio de frente

La División Azul era una unidad de infantería que no tenía nada de extraordinaria; en tal sentido su presencia en el frente ruso no añadía o restaba mucho al ataque alemán. Téngase en cuenta que la División (15.000 hombres) formaba parte de un colosal esfuerzo bélico (la Operación Barbarroja, que así se denominaba la invasión alemana de Rusia) que movilizaba a 3.800.000 soldados integrados en 160 Divisiones agrupadas en 53 Cuerpos de Ejército que, a su vez, se encuadraban en 15 Ejércitos que, al propio tiempo, sumaban 3 Grupos de Ejército. No tenía mejor ni peor material ni más o menos medios que las Divisiones 18 y 126 con las que compartía el frente del Volchov. Sus soldados se movían a pie y su impedimenta y suministros se transportaban en carretas o trineos tirados por caballos; solo el Grupo Anticarro disponía de camiones Skoda, Peugeot o Citroën, botín de guerra obtenido tras las invasiones de Checoslovaquia (1939) y Francia (1940). El Grupo de Exploración (que era una unidad de caballería) estaba inicialmente equipado con bicicletas, nada de vehículos ligeros blindados como el SdKfz 222 o vehículos semioruga Zündapp, Kettenkrad, etc. Se pidió a los alemanes que se dotara a la División de un batallón de carros de combate o Panzerbataillon, pero los voluntarios tuvieron que conformarse con una unidad anticarro, que era lo propio de las Divisiones de Infantería en el Ejército alemán.

La particularidad de la División 250 o División Azul (en ruso Gulabaya Divisia) era que estaba integrada por soldados españoles. Y eso tenía su importancia. En primer lugar porque el trato con la población civil rusa fue muy llevadero; aun siendo un ejército invasor, los españoles fueron por lo general bien recibidos. Fuera de la línea del frente, no era raro que las mujeres rusas acudieran a los alojamientos de los divisionarios a cocinar o lavar la ropa, y no fueron aislados los casos en los que unos piropos iniciales a unas rubias eslavas se vieran correspondidos con lágrimas cuando los españoles volvían a su patria; cuando había escasez de comida los voluntarios españoles compartían sus raciones con la población civil; en ocasiones los oficios religiosos organizados por los capellanes castrenses españoles eran compartidos por los popes ortodoxos rusos; etc.

La División no se vio envuelta ni directa ni indirectamente en el maltrato de los numerosísimos prisioneros rusos que capturó durante la campaña, ni en las miserables masacres de decenas de miles de judíos llevadas a cabo por el Einstazgruppe A (Stahlecker) en Riga y en Kovno en octubre y noviembre de 1941. Y aunque, como relata Wigg, Stalin pidió a sus aliados que persiguieran al General Muñoz Grandes como criminal de guerra, ni los EE.UU. ni la Gran Bretaña aceptaron la solicitud (además de la imposibilidad de que España extraditara al heroico General). Los soldados españoles habían jurado en Grafenwöhr, como todos los soldados alemanes, lealtad a Adolfo Hitler, pero en la lucha contra el comunismo, no en otras actividades de las fuerzas armadas alemanas, fueran la Wehrmacht o las Waffen SS.



En segundo lugar porque la calidad combativa de los españoles era más que sobresaliente, y admiró a sus camaradas alemanes. Existía entre éstos la idea de que unos soldados no muy altos, con bigotito latino y aspecto mediterráneo, bullangueros, que vestían el uniforme con desaliño, que ostentaban insignias no reglamentarias, y que estaban tan lejos del estereotipo racial germánico, no podrían aguantar los embates del Ejército Rojo. Sin embargo desde los primeros combates los voluntarios dieron muestras de una enorme valentía y coraje, a veces literalmente suicida, rechazando y atacando al enemigo a la bayoneta, explotando hábilmente los golpes de mano para capturar prisioneros, y manteniendo las posiciones con tenacidad; ello hasta extremos impensables en otros soldados extranjeros que combatían en Rusia junto a los alemanes. Tanto los mandos como los soldados alemanes llegaron a la conclusión de que la División española era la mejor tropa con la que compartir línea de frente.

Los voluntarios españoles no se rindieron nunca. Lucharon hasta morir o hasta que se les acababa la munición o cuando no podían atacar con bayoneta o defenderse a culatazos. Asombra pensar que de los 47.000 soldados que en sucesivos relevos pasaron por los frentes del Volchov y de Leningrado solo cayeran prisioneros 484. Las bajas del total de la campaña fueron 12.700, de ellas 3.934 muertos, 8.016 heridos y 326 desaparecidos. Las bajas causadas al Ejército Rojo se cifran en más de 49.000.

En agosto de 1942 la División Azul fue trasladada más al norte, para asegurar el cerco de Leningrado. La línea del frente seguía de oeste a este desde Pushkin (la antigua Tsarskoye Selo) hasta Krasny Bor pasando por el sur de Kolpino y paralela al ferrocarril Moscú-Leningrado. Se trataba de un frente de 30 km cubierto, de oeste a este, por los Regimientos 263, 269 y 262. La División quedaba ahora integrada en el XXVIII Cuerpo (Kleffel) siempre dentro del Decimoctavo Ejército (Lindemann).

Las continuas bajas que producía la artillería soviética, los golpes de mano de trinchera a trinchera y las congelaciones eran cubiertas regularmente por los soldados que llegaban de España en los Batallones de Marcha (se organizaron 27). Los heridos graves y los que cumplían el plazo de recluta (unos 10 meses) volvían a la Patria en los Batallones de Regreso (31 batallones). El 12 de diciembre de 1942 volvió a España el General Muñoz Grandes (ostentando las Hojas de Roble en su Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro) y en su lugar fue nombrado Jefe de la División el General Esteban Infantes.

La batalla de Krasny Bor

La guerra había empezado a cambiar de signo, en perjuicio de los ejércitos de la Alemania invasora y en favor del Ejército Rojo. En el sur de Rusia, entre el 20 de noviembre de 1942 y el 3 de febrero de 1943 el Sexto Ejército alemán (Paulus) fue rodeado en Stalingrado por las tropas rusas de los Frentes del Don y del Sudoeste (Zhukov), y aniquilado con pérdida de 730.000 muertos y heridos y 100.000 prisioneros.

Reemplazos para la división son instruidos en el uso de ametralladoras pesadas

Volviendo al norte, una semana más tarde, a las 6,45 h. del 10 de febrero de 1943 comenzó un tremendo bombardeo de la artillería rusa desde Kolpino sobre la línea española en el sector del Regimiento 262. El bombardeo, completado después con un bombardeo aéreo, duró 3 horas y machacó literalmente las posiciones. Cuando terminó el bombardeo la mitad del Regimiento estaba fuera de combate, por muertes o heridas graves. Las trincheras y casamatas quedaron destruidas y convertidas en cráteres. Sin embargo cuando los rusos atacaron, siempre en masa y sin coberturas laterales, los españoles que quedaban les dispararon desde posiciones frontales y retranqueadas, ametrallándoles hasta acabar la munición (1.300 disparos por minuto); empleando granadas de mano y, en la cercanía, la bayoneta y la culata. La artillería anticarro hizo lo que pudo pues los proyectiles de 37 mm no siempre fueron eficaces contra los carros de combate T-26 y T-34. Keffler prometió que enviaría piezas de 88 mm (artillería antiaérea -FLAK- que se había demostrado eficacísima contra los blindados -PAK-). Varios blindados pudieron ser destruidos por minas anticarro con riesgo de muerte para los soldados que las colocaban.

El Ejército Rojo tenía todas las de ganar pues lanzó al combate las Divisiones de Infantería 45, 63 y 72 (unos 40.000 hombres apoyados por 60 carros de combate) del 55º Ejército (Sviridov) y sus soldados eran tenaces y sufridos; pero atacaban en oleadas sin protección, y se exponían a un durísimo castigo. Los carros de combate no atacaban en masa adelantados y protegiendo a la infantería sino que se movían aislados y dispersos entre la multitud de fusileros. Por otra parte, los rusos eran incapaces de avanzar si dejaban una bolsa o núcleo que se resistía; se quedaban para intentar suprimir el reducto, con lo que se exponían al contraataque de los divisionarios por el flanco y el avance perdía toda su fuerza. Por parte española, vistas las bajas sufridas por el Regimiento 262 (algunas Compañías perdieron todos sus hombres) se llevó al ala derecha un batallón de cada uno de los otros dos regimientos e incluso un batallón de regreso que estaba a punto de salir para España. También se reforzó el sector con dos escuadrones del Grupo de Reconocimiento. Al final entre todos pudo contenerse el avance soviético. Del Cuerpo de Ejército no llegó la prometida FLAK para utilizarla como PAK, ni llegó la 4. SS-Polizei Division (Wünnenberg) hasta que la batalla hubo terminado, a pesar de que se sabía que la División española estaba siendo ferozmente atacada.

Aunque Krasny Bor tuvo que ser finalmente abandonada, se mantuvo la línea con un retroceso de solo 3 km. Los rusos atacaron otra vez, esta vez en el sector del Ishora, el 19 de febrero, pero volvieron a ser rechazados y la ofensiva fracasó, manteniendo los españoles cortados el ferrocarril y la carretera Moscú-Leningrado. La División tuvo en la batalla 3.645 muertos y heridos. Se concedió la Cruz Laureada de San Fernando al Capitán Ruiz Huidobro y al Cabo Ponte, ambos caídos en combate; y al Capitán Palacios, uno de los 300 divisionarios que en esa batalla cayeron prisioneros. La fracasada ofensiva les costó a los rusos 11.000 bajas.

La División fue rápidamente reconstituida y siguió ocupando la misma línea del frente, entre Puskhin y las inmediaciones de Krasny Bor, hasta el verano de 1943, sin combates importantes pero con cañoneos que causaban bajas, y con continuos golpes de mano sobre las líneas rusas, que nunca tuvieron descanso. Al mismo tiempo se fortificó la línea del frente con mayor profundidad. En septiembre, la División Azul fue relevada en el frente por las Divisiones 81 (Schopper) y 123 (Rauch), y pasó a ocupar, más al oeste, la línea Volosovo-Nicolayevska, cubriendo el flanco sur de la bolsa de Oranienbaum donde estaba aislado el 19º Cuerpo de Fusileros (Romanovsky) del Ejército Rojo.




El regreso

Pero, más allá de Leningrado, Alemania seguía perdiendo la guerra en todos los frentes. En mayo de 1943 los italoalemanes fueron expulsados del norte de África; a partir de junio los submarinos alemanes tuvieron que abandonar el Atlántico Norte; en julio los angloamericanos desembarcaron y conquistaron Sicilia (Operation Husky); entre julio y agosto el Ejército Rojo rechazó a los alemanes en Kursk; en septiembre llegó hasta el Dnieper y recuperó Briansk, Roslav, Smolensko, Chernigov, Poltava, etc.

Entre tanto, en España había disminuido el entusiasmo por el alistamiento y los últimos Batallones de Marcha tuvieron que nutrirse parcialmente de la recluta forzosa. Estaba claro que Rusia no era cuestión de un día. Por otra parte, los Embajadores norteamericano (Hayes) y británico (Hoare) en Madrid presionaban a Franco para que retirara la División. España se arriesgaba a verse privada de los navycerts que expedía el Gobierno británico a los buques mercantes de los países neutrales para que se les autorizase a atravesar el bloqueo impuesto por la Royal Navy a Europa. También corría peligro el suministro de petróleo por parte de los norteamericanos. No solo era el mantenimiento de la División Azul en el frente ruso. También irritaba a los aliados el que España continuara suministrando wolframio a Alemania, con lo que pagaba no emocional sino materialmente la ayuda prestada por Hitler durante nuestra Guerra Civil con el envío de la Legión Cóndor.

Franco tuvo que ceder (no tenía otra opción) y entre octubre y noviembre de 1943 la División Azul regresó a España. El General Esteban Infantes volvió también condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro (en el conjunto de la campaña se concedieron a los soldados españoles 2.497 Cruces de Hierro de 1ª y 2ª Clase). Quedó la llamada Legión Azul, integrada por 2.130 hombres que querían seguir combatiendo, bajo el mando del Coronel García Navarro, que persiguió con éxito a los partisanos al oeste, entre Volosovo y Narva, e impidió las infiltraciones de las patrullas que querían romper la bolsa de Oranienbaum. Pero incluso esa unidad fue retirada en marzo de 1944; y a partir de entonces el Gobierno prohibió que los españoles se alistaran en ejércitos extranjeros, so pena de perder la nacionalidad española.

Desde ese momento los falangistas que querían combatir al Ejército Rojo lo hacían saliendo desde España clandestinamente cruzando los Pirineos o el Bidasoa, alistándose en lo que quedaba de la Wehrmacht en Francia, y uniéndose a otros españoles procedentes de la recién disuelta Legión Azul. Aquella posibilidad desapareció en agosto de 1944 cuando el Primer Ejército alemán (Von der Chevallerie) tuvo que retirarse a toda prisa del sur de Francia para no verse envuelto por los norteamericanos que habían desembarcado en Normandía (Operation Overlord) y en la Costa Azul (Operation Anvil), que constituían los 12º yl 6º Grupos de Ejército y que confluirían en el centro de Francia. Esos españoles irreductibles fueron alistados en diversas unidades de la Wehrmacht y en la 28. SS Division Wallonien (Degrelle) en la que vivieron el final de la guerra en la defensa de Berlín.

La II Guerra Mundial terminó en Europa el 7 de mayo de 1945 con la rendición incondicional de los ejércitos alemanes y la completa victoria de los aliados, entre ellos y de modo principal la Unión Soviética (aunque, paradójicamente, su inicial alianza con la Alemania nazi había sido decisiva para que la guerra estallara).


Muerto Stalin el 5 de marzo de 1953, Rusia autorizó la repatriación de los prisioneros españoles (a pesar de la gestiones hechas en Moscú por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo para impedirlo) que, repartidos por 13 GULAGS de la Rusia europea y de Siberia, al otro lado de los Urales, habían sufrido cautiverio durante 11 años; la Cruz Roja francesa fletó el buque griego Semíramis, abanderado en Liberia, que desembarcó a los liberados, entre escenas de incontenida emoción, en Barcelona el 2 de abril de 1954. De los 484 prisioneros volvieron 286; 118 habían muerto en los campos de prisioneros; 66 se quedaron en Rusia como trabajadores; y 14 habían desaparecido. Entre los 286 desembarcados, todos ellos españoles, había 12 aviadores del Ejército de la República que habían ido a la Escuela de Vuelo en la URSS y que habían sido allí retenidos al acabar nuestra Guerra Civil, 19 marinos mercantes también retenidos en los puertos del Mar Negro, y 4 niños de la guerra (de los que habían sido evacuados a Rusia por el Gobierno de la República en 1937).

La desmemoria



Franco murió, y con él la Dictadura, el 20 de noviembre de 1975. Restaurada la Monarquía parlamentaria, parecía que empezarían a atenuarse los odios que impregnaron la Guerra Civil. Efectivamente, Carrillo y Serrano Suñer se saludaron amistosamente en el salón de actos del edificio de Telefónica en Madrid en 1994, en la presentación de un libro de Rafael Borrás; ya hacía tiempo que Carrillo y Ricardo de la Cierva habían compartido mesa en un acto público en Madrid (téngase en cuenta que Carrillo era responsable de los más de 2.000 fusilamientos de Paracuellos de Jarama, y entre los asesinados estaba Ricardo de la Cierva y Codorniú, padre del historiador); por otra parte, las relaciones españolas con la URSS se habían establecido plenamente en 1977 y continuaron, ahora con Rusia, desde 1992.

A partir de agosto de 1993 los miembros de la Asociación de Familiares de Desaparecidos en Rusia han estado haciendo viajes a Rusia para localizar los enterramientos de los caídos de la División (Mestelevo, Novgorod, Chutiny, Chechulino, Sitno, Grigorovo, etc.) y de otros españoles que, por muy distintas vías, habían ido a combatir del lado de la Unión Soviética (se trataba no solo de localizar los restos sino de traerlos a España); fueron desinteresadamente ayudados por la DOLINA (una asociación cívico-militar rusa dedicada a localizar los enterramientos de los caídos del Ejército Rojo), y confraternizaron con la población rusa, incluidos militares excombatientes de dicho ejército (nuestro Ministerio de Defensa no prestó ayuda económica a la Asociación pero pagó más de 40 millones de pesetas a la Volksbund Deutsche Kriegsgräberferfursorge e.V., organización alemana encargada de los enterramientos de los soldados alemanes en el extranjero, que se dedicó a entorpecer sistemáticamente la exhumación y repatriación de los caídos españoles).


El 16 de noviembre de 2004 España devolvió a Rusia la Cruz de la Catedral de Novgorod que la artillería rusa había derribado y que había estado expuesta desde 1943 en la Capilla de nuestra Academia de Ingenieros del Ejército; y el 12 de julio de 2005 Rusia correspondió con una réplica de dicha cruz que se instaló en la capilla de la Academia; el 30 de diciembre de 2009 se celebró en el cementerio de Santa Cruz de la Zarza (Toledo), con asistencia del Embajador de Rusia, de excombatientes de la División Azul, de militares españoles, y de miembros de la Asociación de Familiares de Desaparecidos, un responso en memoria de los aviadores rusos que combatieron en nuestra Guerra Civil; etc. De modo que 50 años más tarde los hijos de los enemigos (españoles falangistas y rusos comunistas que habían estado combatiéndose con saña y hasta la muerte) se abrazaban, reconciliados, y se ayudaban en la búsqueda de los restos de los seres queridos.



Pero en España nos obligan a olvidar aquella heroica División de voluntarios. El Ayuntamiento de Madrid suprime el nombre del Paseo de Muñoz Grandes y el de la Calle de los Caídos de la División Azul; al tiempo que mantiene sendos monumentos a Largo Caballero y a Indalecio Prieto (dirigentes socialistas organizadores de la Revolución de Octubre de 1934 que costó la vida a 2.000 ciudadanos), y al tiempo que el Ayuntamiento de Barcelona mantiene la Avenida de Lluis Companys (dirigente separatista responsable de los asesinatos de más de 6.000 personas por las milicias revolucionarias en la Barcelona de 1937); etc.

Y mientras aquí se impone el olvido y el rencor, en Novgorod y alrededores todavía algunos ciudadanos rusos recuerdan, sin odio, a aquellos soldados de la Galubaia Divisia.

(En memoria de Eduardo Moreno Pérez de Valdivia, combatiente de la División).